Síntomas y Lecciones
Cuando no has aprendido la lección.
¿Qué cuenta un poeta que no sea su propia poesía
vivida?
¿Qué partitura escribe un ser musical que no sea su
conexión con la esencia del verdadero sonido?
¿Qué puede esculpir un artista que no sea su
interior manifestándose?
¿Qué puede construir un arquitecto, que no sea la
verdadera geometría universal en cada estructura?
¿Qué puede enseñar un maestro que no sea aquello
que lo trasciende aunque no hable?
¿Qué puede hacer cada quién que no sea reparar lo
que descubre que ha hecho mal alguna
vez?
¿Qué puede encontrar un ser que busca en su
interior lo más valioso de sí, que no sea la Luz encendida en el centro de su
corazón?
Todo lo demás es falso.
Muchas de las preguntas -sino todas en definitiva-
suelen tener en su misma cuestión la respuesta, porque ambas cosas: duda y
resolución, forman parte de la misma persona que inquiere. Lo extraño, es que
los humanos repetimos los mismos errores una y otra vez, sin lograr
descubrir el propio patrón de aciertos y de fracasos, antes de volver a
transitar las mismas experiencias.
En medio de enojos, decepciones, angustias y
proezas emocionales para evitar sucumbir ante mi peor enemigo, que no es otro
que el mismo de todos: el miedo; me encontré estos últimos días asistiendo a un
desfile excepcional de experiencias todas juntas y osadamente despojadas de
pudor, resabios de moral ni que decir de los cargados exabruptos de envidia
maquillada de falsas maestrías.
Ha sido como entrar en una roca que parecía
infranqueable, como atravesar la trama de una tela inmensa cubriendo la luz del
sol; como muriendo de un lado de un puente y renaciendo consciente al otro lado
de una falsa ciudad, pudiendo ver desde un banco de plaza imaginario a tantas
almas negras vestidas de túnicas blancas y con su pies descalzos, repartiendo
cruces como suvenires, sin volver el rostro (mucho menos su consciencia) hacia
los hijos que parieron y abandonaron a su suerte. Felices, congregando
multitudes, al tiempo que escondiendo tras unas cortinas sus calzados de cuero
de medio punto, sus tarjetas de crédito que compran tantas miserias, las llaves
de sus vehículos y los pasajes de avión.
Desde el mismo asiento, al otro lado de la falsa
fachada humana, se agolpan como pretendiendo la mayor atención aquellos seres a
quienes les había otorgado una identidad emocional, cayéndose a pedazos con sus
patéticos trajes de actuación.
Entonces vino a mí un dejavú: -Todo esto me resulta
familiar. ¡Ya lo he vivido!
Nada de lo que estaba afuera de mi había cambiado,
tal como no se extinguen las experiencias eternas del alma. Todo volvía a
presentarse en mi mente al tiempo que en mi realidad cotidiana, de una sola vez
y sin solicitar turno previo.
-¡Era necesario! (pareciera dictar una inspirada
voz interior).
La única manera de que las preguntas encuentren las
respuestas, es que la persona portadora de la duda sepa encontrar dentro de sí
la solución; porque la vida es un breve-eterno- instante-presente en el que
todo acontece para recordar qué es lo que vinimos a experimentar.
Y recordamos junto a los pares que escriben poesía
sin provocar rimas sino siendo poesía; que conectan con la música como parte
del sonido mismo, sin intentar alteración alguna en la sintonía humana a cambio
de popularidad; que abrazan con sus dedos la escultura que ya está en el alma y
pronto se expresará en el material; recordamos también con quienes idean
nuestras viviendas sin aberrar la geometría sagrada; con los que enseñan sólo
con relatar sus vidas; con los que reparan los daños causados; con quienes encienden
la chispa de su corazón, cuyo acto no puede realizarse a partir de falsas
creencias ni de emociones fabricadas, ya que es producto de un instante de
re-encuentro con la esencia propia de cada quién.
La vida no puede ser contada, sino sólo vivida.
Cuando empezamos a soltar las experiencias
repetidas es señal de que hemos aprendido a re-significarlas, porque todo es
idéntico excepto la persona que somos en cada ocasión.
Somos los mismos cuando no hemos aprendido la
lección.
Somos los nuevos cuando giramos el cuerpo timoneado
por el corazón y dejando atrás las orillas del viejo puente nos aventuramos a
la siguiente experiencia, entregándoles a los viajeros inútiles para la nueva
travesía, la maleta con todos los datos que ya no nos sirven. Ellos han hecho
bien su trabajo, cumplieron su rol.
Así es que amanecí en este día agradecida por la
oportunidad de continuar el viaje; reconociendo en él a los seres que tendrán
cosas nuevas para enseñarme, teniendo a la Naturaleza por la gran emisaria así
como a mi propia esencia de ser, como la portadora de las renovadas preguntas y
respuestas.
Deseo que llegue desde la silenciosa algarabía de
mi alma, una semilla de amorosa gracia
para quienes vibran en esta misma sintonía de Amor, al mismo tiempo que tomo en
mí el poder de la Fuerza de la Verdad, para decirle al resto:
-“Dad al César lo
que es del César”.
Graciela Khristael
8/10/2013 / re-editado el 11/05/14 y el 17/02/2015
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