Entre los Números y la Conciencia.
Consciencia de sí.
Graciela González / Khristael |
Es habitual transcurrir la vida sin
detenerse a observar el modo cómo se deja ir cada instante, en procura de uno
siguiente mejor.
Es un hábito. Es una constante de la conducta humana que
se ha forjado de generación en generación como producto de una creencia
fundamental que no es otra que la del tiempo amenazante como una entidad fuera
de nosotros mismos; limitante, condicionante y sentencia final de la
existencia.
Entre tanto, la paradoja del destino no entrega en
recíproca respuesta aquello que se espera como solución esperanzadora; algo así
como que el tiempo se esfumará pero no nos iremos con él; que se puede apelar
al libre albedrío y transformar la inexorable mortalidad en una de las tantas
vías del universo de múltiples posibilidades. Por el contrario, en general se
abraza la sensación de fracaso por el extravío de tan ansiada mejoría existencial
y entre miedos, incertidumbre, sueños, intentos e ilusión vamos andando entre
ayer y mañana.
Así la búsqueda continúa en el perímetro del ser intentando
ir más allá de las fronteras humanas;
quizá hacia los irremediables lugares comunes a la mayoría de los buscadores
sin rumbo que conducen a un sitio seguro: la distracción.
Casi como insensatos, como seres que hemos perdido la
capacidad de interpretar los propios sentidos, seguimos huyendo despavoridos de
la incertidumbre de la duda así como sumergidos en los trajes de mimetizados
con los medios que nos contienen y las circunstancias que vamos experimentando.
Cual si se tratase de camaleones humanos vamos perdidos de nosotros mismos, identificados
con la noción de un producto, una caja con marca e instrucciones de uso; en
lugar de rememorar el hecho de haber nacido con capacidad de crear y recrear,
con el poder de tomar decisiones sobre la propia vida y con un pensamiento que
así como crea el tiempo basado en las expectativas; del mismo modo lo puede
disolver.
Colmar la mente de palabras, bonitas o desagradables, es
acumulación de datos y el subconsciente las requiere para seguir manteniendo
sus archivos de patrones de creencias. Sin embargo, tal actividad es como reunir
fotos en un álbum, las que sólo cobran sentido cuando al tomar contacto con
ellas se puede identificar su contenido; sino ocurre lo más probable que es que
estarán muertas hasta una nueva ocasión.
Tantas frases que no conducen al cambio profundo ni a la
verdadera transformación sólo contribuyen al desvío total del camino del ser
hacia el ser; haciendo que cada día se pierda una posibilidad de alcanzar la
meta. La causa radica en que el olvido de la grandiosidad de la Vida hace que
parezca verdadera la noción de vernos como un producto con fecha de
vencimiento; una mercancía, el simple engranaje de un reloj gigante, haciendo
que la metáfora del humano convertido en una máquina cuyo único modo de
identificarlo como tal, ya no será la vibración de su Alma sino la escueta, fría
e irrelevante lectura de su “código de barras”.
Los Números como otra manifestación de la Consciencia, no
codifican sino que explican de modo esencial los rasgos de una persona. Cuando
se trasciende la personalidad conectando con el verdadero “Quién soy”, en un instante
imperceptible, es cuando los Números y todos los auxiliares que en el camino del
peregrino hayan sido de utilidad al Ser, ceden ese territorio a la más sagrada
conexión que ya no requiere de herramienta alguna para recordar que Dios, Uno o
Conciencia, siempre ha sido, es y será en nosotros. Esta es la tarea primordial por la que hacemos
esta experiencia de vida humana y pocas veces logramos asimilar el sentido de la identificación que
sostenemos con las apariencias como humanos subordinados a los objetos y
apegados a ellos. Entre tanto, el
sendero del aprendiz tiene señales cada tantos pasos que vamos dando y acaso –si
nos detenemos a verlos- seamos capaces de vivir menos supeditados a los
pensamientos que sólo son el resultado de una combinación de datos acumulados y
no de la más pura inspiración, diluyendo entre el ayer y el mañana la crisis
cotidiana de no saber quiénes somos.
Graciela González Khristael
Agosto de 2013
re-editado: Agosto 2015
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