Destinos.




Destinados a Despertar:

       Sólo se puede despertar luego de haber dormido así como sólo se puede nacer a esta vida una vez transcurrido el parto. La muerte sucede a la vida y la vida siempre vuelve a comenzar.
Se puede despertar de un sueño que se tiene durante la noche, también de la ignorancia por no saber acerca de cosas que quizá tengamos que conocer; hay quienes despiertan a las causas de malas y reiteradas relaciones vinculares, quienes lo hacen a sus verdaderos talentos e incluso a la realidad que está al otro lado de los miedos; están los que despiertan a sus múltiples posibilidades para hacer el camino que les place y los que recordaron que aquéllo que somos trasciende todos los sueños imaginados. Distintos despertares, diversos momentos, infinidad de eventos humanos.
Por lo general, el que se despierta sacude de la modorra al que va a su lado aún dormido. Así ocurre durante un viaje en tren cuando un pasajero que reposó en un sueño durante todo el trayecto, ni bien recupera el estado de vigilia toca el brazo de su compañero de asiento para despertarlo y avisarle que ya llegaron a destino, sin apelar a pancartas ni proselitismos; sólo toca el hombro de aquél que dormía también y la razón por la que no hará de ello un acto llamativo es simple, ya que cada quién tiene derecho a experimentar su vida del modo como vaya eligiendo cada proceso, pudiendo optar -finalmente- entre seguir por donde iba o cambiar de perspectiva.
La frase "destinados a despertar" suena casi a dictamen, a sentencia firme en el camino de la especie humana con miras a un punto de llegada común que no es otro que la pérdida del cuerpo físico y considerando que el trayecto -en ocasiones- no es tan largo ni prometedor, resultaría poco feliz suponer que cuánto vamos a vivir está guionado aún para el caso de que elijamos desvío o cambios de acciones. Sofoca la más ligera sospecha de tal condicionamiento excepto si intentamos hallar un principio de lógica a la posible programación que podría tener el humano entre el nacer y el morir. Una lógica basada en criterios de verdad filosófica, histórica, religiosa, científica y básicamente cultural, porque ya es bien aceptado que Cultura es todo el quehacer del humano. Uno puede comprar un folleto de viaje con la descripción del recorrido de un crucero por un mar pero a la vez, luego, hacerlo; resultando lo primero (el catálogo) una metáfora del programa de vida y el segundo, el recorrido de las ciudades a través del mar, una simbología de nuestro peregrinar en la vida. No basta con la promoción del viaje si queremos emprenderlo llevándolo a cabo como una realización concreta; una experiencia con todas sus emociones según cada viajero la perciba.
Nada ni nadie permanece dormido por siempre; ni las altas cumbres que dialogan con el cielo ni el magma que se desplaza sigiloso debajo de nuestros pies. Al mismo tiempo, todo sigue patrones geométricos en su crecimiento, desarrollo y expansión; tanto lo más pequeño como lo inconmensurable de ese Universo que seguimos viendo fuera de nosotros. ¿Por qué razón el humano sería la excepción y tendría una vida totalmente fuera de toda lógica en la que sólo siguiese un modelo biológico y en absoluto un patrón emocional, psicológico o experimental?
Destinados a despertar es mi modo de resumir lo que en el fondo, al fin y al cabo, entiendo como una invitación a reflexionar en todo aquéllo que puede resultar inspirador e incluso movilizador para nuestra mente condicionada; como el acto de tocar el hombro de un compañero de viaje para que salga de su sueño una vez que llegamos al final del recorrido de un largo viaje compartido.
Entre tanto, seguimos peregrinando juntos.
Graciela González 

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