Pausadamente.

PAUSADAMENTE.




     Hay momentos en los que darle una pausa a la mente es exactamente lo que hace la diferencia entre recuperar la tranquilidad o colapsar de algún modo.
Las reflexiones sencillas son las que mejor nos conducen a un estado de consciencia cada vez más alerta, a una práctica sin técnica alguna, ya que finalmente adquirimos un hábito que no es el de pensar, porque ese viene con nosotros desde nuestro inicio; sino el de prestar atención simple a los actos de cada día.
A veces, por ejemplo, ocurre que mientras estamos soñando nos damos cuenta de que se trata de un sueño, precisamente por algún detalle que nos llama la atención. Así sucede con el estado que llamamos de vigilia y en el que constantemente percibimos sensaciones a partir de tantísimos hechos en los que participamos de un modo u otro; sea como actores o como espectadores.
La mente, sobrecargada de inquietudes, advierte con variados destellos eléctricos al cerebro que es imprescindible algún síntoma para advertir al propietario del cuerpo que algo no está bien.
Reflexionar, entonces. se convierte en una saludable práctica sin expectativas, porque -de tenerlas- se convertiría en otro proceso de angustia y ya tenemos bastante con los que la mente crea desde hace miles y miles de años.
Es una actividad que no debe esperar recompensas de un público que el ego siempre fabrica, porque tampoco serviría de genuina atención. Quizá resulte más útil la interacción como despertadores sin ir más allá de la libertad que le es propia a cada ser para seguir viviendo en el modo que cada quien elige.
La mente que da una pausa es un hecho poco usual así es que si le ha ocurrido eso mientras leía o quizá al observar el breve video, hemos hecho juntos un gran trabajo por hoy. Sólo es hoy.
Graciela González

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