Agua y Piedras.
AGUA Y PIEDRAS
Los pensamientos viajan ligeros y rápidos
como el agua hasta convertirse en sólidas realidades como las piedras, para que
la mente pueda construir con ellas: sitios de reunión, de protección, de
celebraciones; así como murallas que separen, torres que encierren y diques que
impidan fluir la vida.
Por tratarse de una actividad tan poco
tenida en cuenta la mayor parte del tiempo, una medida de toda la existencia que
a la vez es creada por el propio pensar; nos desentendemos del respirar, de los
latidos del corazón, de la digestión de todas las emociones así como del modo
como entendemos cada día según nuestros pensamientos.
Nos acostamos a dormir a veces con ideas, muchas
con recuerdos, a diario con expectativas, en ocasiones con gratitud, reiteradas
noches con miedos, algunas con felicidad, pero pocas veces sabiendo con certeza
por dónde andaremos en los sueños ni qué tan importante pueden resultar esos
pensamientos antes de quedar al fin dormidos.
Tal vez una consciente práctica cotidiana observando
aquello que vamos pensando pueda permitirnos tomar contacto con ese mundo que
sólo ha surgido a partir de lo que hemos creado.
Sólo aparece ante nosotros lo que pensamos
aún de manera imaginaria más todo cuanto nuestra mente decida incorporar como
pensamientos propios; es decir: la conexión con la red de pensamientos
colectivos.
Estamos conectados con lo que pensamos hasta
transformarnos en eso sin dejarnos fluir como el agua así como con las piedras
se construye una pared allí donde antes no existía y llegamos a olvidarnos que
somos los pensadores; los constructores de nuestra realidad.
Hasta hace una treintena de años estas
reflexiones no estaban disponibles para todos nosotros porque a nuestro olvido
de quiénes somos se sumaba la falta de despertadores, que no son otros que
todos los filósofos, escritores, herederos de sabias culturas, músicos,
científicos y particulares con quienes venimos interactuando en un proceso de
comunicación global que nos reunió en este tramo planetario.
Por mucho que alguien se empecine en
contrariar; aquello que se piensa modifica al pensador mucho más que a los
otros porque –vaya paradoja- son el resultado de lo que se crea primero en la
mente resultando –en conclusión- que lo que está frente a sí es el espejo de
las consecuencias de lo que ha sido ideado.
Positivas o negativas, ¡Son siempre
consecuencias!
Cuando se piensa con la intención de cambiar
a los otros, en realidad se ha perdido el poder de modificarse a sí mismo
porque retornó la amnesia, el olvido de quiénes somos.
Cualquier día es bueno para tomarse unos
instantes para pensarse; para re-crearse; para el diálogo “yo con yo” (como
digo habitualmente); para decidir el gran cambio mental que habrá de permitir
al espíritu de todas las cosas, expresar su voluntad que no es otra que
hacernos sentir felices.
Seguimos peregrinando juntos.
Graciela González
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