Pienso, luego actúo.
Entre Números y Pensamientos
Solemos dar poca importancia al pensamiento porque en general sólo aceptamos como evento real al acto; a las acciones que pueden observarse.
Sin embargo, todo fenómeno es posterior a una comunicación anterior que resulta del vínculo entre la mente y las conductas como pudo ser en algún momento entre el "principio" y lo creado; entre la idea y lo manifestado.
Así como el nombre es anterior a lo nombrado, el número anterior a lo numerado; del mismo modo las ideas -lo que pensamos- es previo a lo que actuamos.
Si acaso nos tomásemos un breve instante para observarnos, recorriendo aquéllo que nuestra mente nos comunica mediante el constante pensar; nos daríamos perfecta cuenta de que hasta la actividad cotidiana más sencilla primero pasa por el pensamiento.
¿Cómo ser felices?
La observación del contexto familiar, social, laboral y aún si se quiere planetario, nos hace perder tantísimas veces el eje de nuestra vida. Dado que todos los humanos buscamos trascender el miedo primigenio a la muerte, la tarea diaria es tratar de encontrar la felicidad y muchas veces sentimos que estamos muy lejos de la meta.
Sin embargo, estamos lejos de nuestro propósito.
Cada quien ha nacido como resultado de múltiples posibilidades según lo que cada uno crea al respecto y aún en medio de cualquier aparente diferencia existe una coincidencia entre todos y es que contamos con una cualidad, tendencia o vocación -sin entrar aquí en etiquetas estrictas- que al dejarse de lado plantea su ausencia mediante las crisis o los síntomas físicos en general.
La felicidad, una búsqueda pensada como algo externo al humano mismo, es un estado momentáneo -para la experiencia como experimentadores mortales- que se recupera cada vez que conectamos con lo que somos y hacemos. En las memorias de nuestra niñez, cualquiera haya sido la experiencia vivida, se ha enraizado el talento, la llave que nos abre las puertas de esa felicidad.
Hacer lo que amamos, lo que sentimos que nos pone en resonancia con aquellos que somos, es lo que nos permite transitar el por qué y el para qué de nuestras vidas.
Si acaso realizamos actividades alejadas a dicha esencia (por resumirlo de algún modo) y sentimos que nos devora de vez en vez el caos interior; podemos practicar lo que sabemos hacer aún en los mínimos instantes posibles, considerando dicha acción como una re-valoración del ser que somos.
Ser el río en vez de las orillas.
Cuando sentimos miedo a "no pertenecer", sea cual fuere el ámbito, podemos sentirnos tentados a inclinarnos por quienes nos parecen que tiene más claridad en sus principios y corremos el riesgo de perder la propia identidad.
Se puede acompañar la idea que se elija sin perder la claridad respecto de que estamos a nuestro cargo. Nuestra vida así como la experiencia personal tiene un sentido y para eso hay que hacer el intento de observarse, no sólo en el modo de actuar sino -antes- en el modo de pensar.
Cuando comprendemos que somos aquello que se desliza día a día con el devenir mismo de lo que llamamos tiempo, descubrimos que somos lo que se mueve como el río en vez de permanecer como sus orillas. Lo verdaderamente quieto es el sí-mismo.
(C) 2018
Graciela González Grace
Psiconumerosofía
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