Apego al Conflicto.
Abrazados al Conflicto
Cada palabra es la
versión externa de una idea o pensamiento interior. Cada una de ellas es una
diminuta semilla que dará raíces para convertirse en un acto cuando la mente
necesite de su dato para crear una imagen; eso que solemos llamar realidad. Guardar
semillas de insatisfacción, soledad, impotencia, envidia, ignorancia, rencor o
cuantos términos se te puedan ocurrir en este instante, de esos que usamos los
humanos en nuestras recetas infalibles para destruir a todo lo que nos duele
por egoístas como el amor de los otros, la compañía, el éxito, la paz interior,
la bondad sincera, la lenta pero primorosa armonía de los otros; atesorarlas
-decía- generan grave enfermedad en toda la sociedad.
-Aún se pueden producir transformaciones en el
propio ser para que en la suma de uno más uno pueda crearse la gran imagen colectiva
de ese mundo que soñamos para nuestras generaciones futuras; para ese planeta
posible que se cambia difundiendo lo que construye siendo capaz de nutrir el
alma.
-Quizá vaya siendo
tiempo de observarnos con atención tratando de oír si tenemos oídos incluso
consultando con la almohada cada noche al soñador que somos, si acaso hemos
sembrado buenas palabras en este día.
-Será que vamos
hacia cosas que han estado siempre antes de nosotros.
-Exactamente. Las virtudes,
por ejemplo, son anteriores a los hechos. La bondad no se crea a partir de un
acto bueno sino que ya existe resultando que el evento la reivindica. Es algo
previo sino no se podría reconocer lo bueno. Así los números, son anteriores a
los hechos sino no se podría pensar en numerar cosa alguna. De seguir por ese
camino, los inventos son anteriores a los fenómenos por lo que podría decirse
que en definitiva, todo es anterior a la manifestación de todo.
-Creo que es un buen
punto para comprender las promesas, ya que en general vivimos para alcanzarlas
en lugar de discernir cuál es la causa de sus orígenes.
-Es que la angustia,
que no es otra cosa que la consecuencia de la ansiedad crónica humana, proviene
de sostener un sufrimiento por el sólo hecho de que algo o alguien promete dar
consuelo. Por complejo que resulte verlo, la angustia tiene promesa porque la encontramos
en los productos para consumir, en los profesionales para contener, en el éxito
de quien llega a ser famoso, en la descarga de la violencia, en los rituales
según cada creencia, en la llegada de afectos de ocasión, en la tranquilidad de
que no es necesario discernir sino simplemente elegir entre lo que aparece como
oferta de paliativos. Estamos acostumbrados a pensar de este modo: “La promesa llena mi vacío, completa lo que falta,
garantiza una reparación, quita el temor a que la angustia sea perenne, da
espacios para no hacer, otorga comodidad, es un servicio, satisface, alienta a
mantenerse en el estado de angustia –lo cual es conocido-“; el resto, sólo lo
conoce la promesa que bloquea al yo consciente porque sobrealimenta al yo
condicionado, premia las dependencias garantizando que si haces esto o aquello
recibirás el regalo que no es otra cosa que un placebo para adormecer o
domesticar la psiquis, creando el hábito de no innovar para no perder la
promesa.
El humano corriente no se cuestiona cosa
alguna; mucho menos lo que anestesia su sufrimiento. Podría preguntarse por
ejemplo si acaso esas promesas no terminan siendo trampas a su libertad para
vivir despojados de toda ilusión.
Fragmento de “El
Juicio del Alma”
(Capítulo 13, La Información del propio campo.)
Graciela González
Grace
Facebook: graceelsentidodelser
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