Caballo de Troya.

CABALLO DE TROYA.

     Hace algunos años, durante uno de los Talleres que compartíamos un grupo de personas y quien les escribe (orientados a la resolución de conflictos personales), se suscitó una inquietud entre los presentes ante una pregunta que les proponía para investigar.
La cuestión en concreto fue:
-¿Por qué el Caballo de Troya entró en la Ciudad?
Aquella mañana el encuentro se tornó un incesante intercambio de ideas entre las basadas en los conocimientos de algunos (citando a Helena, Agamenón, Aquiles y demás protagonistas de la epopeya) y las interpretaciones de otros, basadas en sus percepciones.
Por fin, una vez que todos participaron, les respondí:
-El Caballo entró en la Ciudad, porque le abrieron la puerta.
     Es de imaginar las expresiones, risas, desconciertos y demás posibilidades para comunicar sus impresiones ante mi respuesta casi absurda, pero tan cierta y rotunda a la vez.
     El tema que intentaba abordar aquel día era el de la ignorancia que solemos tener acerca de cómo manejar la ira, la violencia, la codicia y la soberbia; ya que en general sabemos encontrar esos aspectos en los otros pero rara vez los aceptamos en nosotros mismos.
     En toda discusión, por sencilla o compleja que resulte, involucra a un emisor que provoca y a un receptor que responde. Ambos, en ese intercambio, salen perdedores aunque cada quien sabe sacar provecho de la situación, tanto sea como triunfador o como víctima, porque todos los roles dan un protagonismo.
     Cuando alguien viene hacia nosotros con su "obsequio": la provocación, el agravio, la descalificación y tantas otras formas que adquiere "El Caballo de Troya" (en esta metáfora), siempre trae escondido un secreto que debemos revelar.
     Si la soberbia, la codicia y el deseo de mostrarse triunfador no le hubiese abierto las puertas de la Ciudad al famoso Caballo, los soldados ocultos en su interior hubiesen muerto por falta de oxígeno en su recinto acotado y la masacre no habría tenido lugar.
     Del mismo modo, cuando aprendemos a observar con atención que lo que viene como manifestación desde lo externo en verdad hace referencia a nuestro mundo interno de sombras y emociones no resueltas; nos entrenamos para usar la propia fuerza de lo que llega en manos del entorno (cualquier tipo de vínculo o situación, por ejemplo violenta) que intenta impulsar los propios "demonios internos" a la superficie y no sólo no recibimos el regalo (que estallaría en nuestras manos) sino que se lo devolvemos reconociéndolo como aquello que nos muestra. 
     Esto es: 
  1. Si nos responden con indiferencia, quizá nos están recordando que muchas veces, ante nuestras propias inquietudes, nos hemos pasado por alto; 
  2. si nos agreden verbalmente una respuesta puede ser: -"Creo que tienes razón. Veré el asunto" (el otro no espera esa respuesta porque se queda con el artefacto que estallará -simbólicamente-, en sus propias manos); 
  3. si nos faltan el respeto, quizá sea porque se lo hemos faltado a otras personas o quizá porque durante mucho tiempo no nos hemos respetado a nosotros mismos. Y así podríamos seguir investigando.

    Como referentes por similitud u oposición, siempre hablan de nosotros y dejarnos seducir por obsequios al ego, tarde o temprano nos mostrará sus consecuencias que no han de ser otras que acabar en una mala fiesta en la Ciudad.
Grace
(C) 2017 "Shammmah"




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