Al rescate de uno mismo.


AL RESCATE DE UNO MISMO


     Suelo decir que nada tenemos si nos extraviamos de nosotros mismos porque -cuando perdemos el control de nuestro ser- habilitamos a otro para que lo conduzca.
También sugiero -siempre como resultado de la propia experiencia- que tomemos consciencia de que hacemos dos caminos a la vez, resultando que esa misma dualidad nos pone de manera constante entre la tierra firme y los abismos.
Por último, a sabiendas de que las palabras no son las cosas ni las emociones, resulta necesario que los hechos de cada día cobren forma por medio de la Naturaleza en cualquiera de sus apariencias o a través de las personas en todas sus conductas manifestadas. Tenemos que aprender cada día a leer en los hechos lo que verdaderamente subyace en ellos.
Por lo tanto, cuando quedamos con el corazón estrujado porque se ha deshecho la imagen de un vínculo, cuando notamos que la hipocresía reina, cuando percibimos que somos leña para quienes gozan por el árbol caído, cuando el fracaso intenta abrazarnos, cuando nos cuesta encontrar sentido a ese nuevo día que se nos presenta; debemos decirnos: -¡Alto! y observar con urgencia ese mar tormentoso que está ante nosotros.
Hemos arrojado tan pero tan lejos el salvavidas, que descuidamos la responsabilidad que tenemos sobre ese ser que está a nuestro cargo -el que somos- quedando vulnerados y desprotegidos entre las olas de las confusas emociones. 
He utilizado varias veces la palabra "cuando" con una clara intención, que no es otra que oficiar del clásico despertador; porque repetí un referente de tiempo, gran producto de la mente con sus pensamientos para recordar que es la causa de los miedos básicos de los humanos.
Considerando que contamos con tan poco de él y que lo efímero de nuestras vidas es una convicción, no podemos ser tan tontos como para distraernos con las trampas de las imágenes.
Para descubrir de qué estamos hechos y cuánto de nosotros es auténtico según nuestro discernimiento, pasaremos de modo indiscutible por experiencias diversas y han de ser las compartidas con los vínculos más cercanos quienes más y mejor nos informen de aquello que nos confunde, hiere o enoja, porque serán los encargados de recordarnos que somos quienes construimos esas imágenes y a las que les dimos vida propia cuando les delegamos la conducción de nuestro propio viaje, haciendo que lo observado y nosotros se convierta de ese modo en la misma cosa. Somos a cada instante los fabricantes de todos nuestros eventos aunque cuando estamos ante experiencias dolorosas con vínculos cercanos, resulta extremadamente difícil realizar una mirada lúcida respecto de tal verdad porque además, como es lógico de suponer, la mayoría de los datos que han dado origen a los hechos están en algún lugar inaccesible de la memoria.
La sensación de frío, la angustia, el hambre, el deseo, la ira, toda carencia así como toda necesidad, son expresiones del cuerpo y eso es parte de uno de los caminos, con la carga de memorias y las ataduras a las imágenes. Sin embargo, hacemos simultáneamente otra travesía que es la de la mente libre, el alma o espíritu; esencia de nuestro ser. Si todo se desborda en el supuesto equilibrio diario así como en la confianza depositada sobre una aparente realidad cotidiana, porque se producen cambios en algún sentido; tanto si de pronto alguien muere, se aleja, traiciona, miente o revela su verdadero contenido; siempre debemos recordar que se trata de una imagen -cargada de nuestros sentimientos, datos, apegos y miedos-, que se desplaza de un lado al otro del corazón dejando un espacio en cualquiera de sus direcciones, para que decidamos con las prendas de qué viajero lo completaremos;¿con las del que viaja a través del cuerpo?, ¿o tal vez con las del alma que recupera el timón de su propio vehículo?
Recorrer el dolor, la angustia, el duelo de cualquier experiencia es sano, imprescindible y necesario. Luego de un impacto emocional se atraviesan diversos estados hasta sanar el apego a una imagen que no estamos dispuestos a soltar. El enojo forma parte del proceso oficiando de impulsor para emerger del fondo de ese mar confuso de sentimientos hacia la superficie y una vez allí, estamos en condiciones de localizar las coordenadas del salvavidas perdido para que el sentido de la vida nos motive nuevamente, conscientes y fortalecidos, hacia la tarea responsable de rescatarnos a nosotros mismos.
© 2017 - Grace.
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PD: Con la gratitud por todas las experiencias dolorosas que han contribuido en mi vida, antes y ahora, para recordarme que quien no se tiene a sí mismo, nada tiene.



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