Revisándonos
¡Amores!
Hoy estuve intentando quitar un tornillo de un artefacto para recambiar un cable de luz. El óxido tenía tan abrazadas ambas piezas que por muchos intentos que hice no pude separarlas.
De pronto me pensé a mi misma y a todos los datos que he ido acumulando en "mi envase" como suelo decir, hasta llegar a la misma conclusión de siempre: lo más trágico de nuestras vidas es la sola idea de perder la identificación con todas y cada una de las cosas que nos remiten al adulto alejándonos de la inocencia que como resumen somos en esencia. Juego de palabras, pero en absoluto una cuestión lúdica. Tomarse la vida en serio es vivirla con el alma de un niño, que siempre se siente un debutante ante cada experiencia. Tomarse la vida en serio es concederle la libertad a ese pequeño ser, inocente y abrazado a nuestro pecho desde adentro; que no es otro que nosotros (otra vez juego de palabras) golpeando a las puertas de la sensatez, para que al fin dejemos de sufrir por lo que no existe y logremos convencernos de que es absurdo seguir creando aventuras dolorosas cuando el goce de la existencia queda a milímetros del corazón; allí donde anclamos la nave de nuestro niño interior.
Con Amor,
Graciela Khristael
www.facebook.com/oasisdelalmakhristael
fuente-perfecta.blogspot.com
Hoy estuve intentando quitar un tornillo de un artefacto para recambiar un cable de luz. El óxido tenía tan abrazadas ambas piezas que por muchos intentos que hice no pude separarlas.
De pronto me pensé a mi misma y a todos los datos que he ido acumulando en "mi envase" como suelo decir, hasta llegar a la misma conclusión de siempre: lo más trágico de nuestras vidas es la sola idea de perder la identificación con todas y cada una de las cosas que nos remiten al adulto alejándonos de la inocencia que como resumen somos en esencia. Juego de palabras, pero en absoluto una cuestión lúdica. Tomarse la vida en serio es vivirla con el alma de un niño, que siempre se siente un debutante ante cada experiencia. Tomarse la vida en serio es concederle la libertad a ese pequeño ser, inocente y abrazado a nuestro pecho desde adentro; que no es otro que nosotros (otra vez juego de palabras) golpeando a las puertas de la sensatez, para que al fin dejemos de sufrir por lo que no existe y logremos convencernos de que es absurdo seguir creando aventuras dolorosas cuando el goce de la existencia queda a milímetros del corazón; allí donde anclamos la nave de nuestro niño interior.
Con Amor,
Graciela Khristael
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