Un nuevo año.

VIENE Y SE VA.
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Todos los días es fin de año para algunas personas al mismo tiempo que año nuevo para otras en tanto venimos y vamos de esta existencia que nos tiene como partícipes.
Cada noche es el fin del trayecto al quedar profundamente dormidos así como cada mañana es la puerta abierta para transitar las oportunidades inconclusas del ayer.
Provistos de memorias a veces parecemos sólo deambular entre las expectativas hasta el momento cuando un nacimiento o una muerte nos sacude el alma resultando que algo en nuestra mente deja de conectar con la ficción para emparentarse seria y profundamente con el instante de aquéllo que viene y se va.
Las emociones unidas a cuanto percibimos transforman un mismo evento colectivo en una percepción individual que nos atrae tanto como nos separa de una celebración, si acaso hemos concluido que la tristeza, la frustración o el enojo nos abrazan.
Las mismas emociones, pero unidas a otros detalles percibidos, pueden contrastar la angustia de los otros, con una inconmensurable alegría individual.
Todo viene y se va pero sólo la Naturaleza parece comprender lo profundo del secreto del devenir; con cada estación, con las transformaciones, con la sumisa aceptación de todo cuanto la mano humana les modifica y aún celebran las semillas, las flores, la regeneración de las especies, la arena paseando por los desiertos con los vientos, la espuma del agua al saludarse con las orillas de la tierra; el canto de las aves y la sangre circulante de los volcanes. Todo viene y se va.
En todo tiempo buscamos llaves para abrir puertas cada mañana sin recordar que todo viene y se va.
Nos empecinamos en forzar experiencias, en empujar hacia el abismo a quienes intentan ir despacio, en imponer una idea sin haber descubierto quiénes somos, en desconocer que estamos sufriendo oscilando en una profusa comodidad que nos lleva siempre a un mismo modo de apoyar la cabeza sobre la almohada; nos olvidamos que todo viene y se va.
Queremos retener lo que se escapa, doblegar lo que es puro, seguir mintiéndonos por miedo a la soledad; deseamos imponer lo mínimo en cada intento porque no queremos detenernos a hurgar en el sí mismo hasta reconocer que no somos eso en lo que nos hemos transformado.
La vida tiene un sabor y un perfume; una melodía y hasta magia; la vida es un tesoro en bruto porque hay algo anterior que la trajo hasta nosotros ya que cualquiera sea la creencia que cada quien tenga o ninguna en absoluto, sabemos que no sólo somos el resultado de dos células en un viaje aleatorio por los intentos de gestación.
Si pudiésemos dedicar cada día al despertar un instante fresco, libre de memorias y de obsesiones para recordar que todo viene y se va, quizá dudaríamos de negociar nuestra plenitud de ser en nosotros mismos paz, libertad, respeto y compasión, ya que seguramente será señal de haber aprendido que cualquier oferta a la confusión, a la violencia, al desequilibrio, a la incomprensión y a la falta de tolerancia no es más que algo igual de efímero que todo lo demás que también viene y se va.
Graciela González.
www.facebook.com/oasisdelalmakhristael
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