Continuidad.

De Ayer a Hoy.

Preferí dormirme despreocupadamente, sin pensamientos viajando por  todo el trayecto de mi respiración, sin imaginar el día de mañana incluso sin resolver –al menos en teoría- los conflictos que ya me había generado para el siguiente día.
No fue posible.
El compás del adormecimiento lo llevó la mente y todas mis partes, obedientes, sucumbieron a la dirección que ella indicaba sin poner resistencia, sin plantearse opciones sino sencillamente (aunque la mente de sencilla nada posee)  esparciéndose sobre las sábanas con el único propósito de dormir.
Los mosquitos que no dejaron de zumbar, persistentes y provocadores, han sido testigos de que anoche dormía pero no puedo encontrarlos esta mañana para rogar su testimonio.
El aire guarda recuerdos según creo al pensarlo de algún modo, pero ahora se comporta indiviso y es el mismo que respiro en un ambiente diferente al de anoche que comparto con muchos que seguramente, como yo, quisieran no perder la memoria.
Sin embargo, aunque he conocido recolectores de tantas cosas, no he sabido de uno ocupado de los fragmentos de las noches de quien duerme porque al parecer, según he ido imaginando, la continuidad no es un hecho de los cuerpos y sus actos sino de una idea mayor; de una melodía que no se interrumpe pero que es tan vasta que puede interpretarse con diferentes instrumentos.
-¿Instrumentos?
Sobre una mesa, entre una taza de té y un cuaderno mis manos están sosteniendo una lapicera y vuelvo al intento de comprender la mañana. Puedo darme cuenta de que no estaría sentada en donde estoy si no fuese porque soy la consecuencia de esa música que entre la apariencia de la noche y del día, reservó un atril imaginario pero tan real como todo lo que existe en veloz respuesta a los pensamientos creadores.
Así la taza, el anotador, el murmullo de la gente al pasar, mis manos  y todo lo que simula ser esta mañana tan real; resultan ilustrar como en una foto instantánea de la vida a un conjunto de instrumentos que al parecer, no están interesados en la eternidad de sus modelos sino en la continuidad de la música que los atraviesa.  
Entonces, al menos por unos metros entre uno y otro pensamiento mío; ha dejado de preocuparme el testimonio de los mosquitos respecto de si soy la misma que anoche dormía, porque a pesar de que la mente me haga sentir las más de las veces, como lo más próximo a un instrumento totalmente desafinado –en definitiva- se que la respuesta la tiene mi melodía interior.
Con Amor,
Graciela Khristael

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