Vivir sin miedos


VIVIR SIN MIEDOS.
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Por lo general es la muerte, como proceso biológico, que toca a las puertas de los miedos cuando andamos distraídos entre competencias, así como en medio de las ansias por comprar y vender todo cuanto nos rodea.
La muerte pone en jaque las promesas ilusorias de liderazgos o estatus, en cuanto muestra con sus evidencias irrefutables que todo se desvanece en un instante cuando la coordenada de tiempo y de espacio de abandonar este escenario cotidiano llega para alguien cercano a nuestros vínculos o afectos que incluyen nuestras amadas mascotas (o el nombre que cada quien les atribuya).
La vida pareciera traducirse entonces en un claro lenguaje que gramaticalmente dictamina: -Punto y aparte; con la diferencia de que esta historia terrícola no continúa en el siguiente renglón.
Así, los miedos que se suman al gran miedo primordial, no hacen más que condicionar la vida cotidiana sin dejarnos al parecer respiro alguno para fijarnos bien, por si acaso no todo es miedo al fin y al cabo.
Cada quien posee una suerte de sensor interior que indica el estado emocional a cada momento y la sabia escucha de tal inspiración conduce hacia el acto creativo; refugio inmemorial de las manos, los pasos y los cuerpos de todos los que recorremos la tierra desde hace miles de años.
Vivir con los miedos es una elección en muchas ocasiones, cuando aún no hemos dado con ese dispositivo interno que nos ayuda a re-calcular la ruta que vamos transitando con nuestras experiencias. La sabiduría que nos es propia no se compra en comercios ni en los stands de grandes conferenciantes; ni en lugares destinados a retiros espirituales ni en sitio alguno; excepto en el espacio que nos demos para observarnos y escucharnos; para decidir si acaso queremos correr detrás de lo que sea con tal de no pensar en los miedos o tal vez optemos algún día por observar el paisaje que se nos pierde justamente por correr.
Es cuestión de ponernos manos a la obra y hacerlo posible.
Grace.
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