Capítulo 9Las ataduras y la mente.
Al comenzar la mañana me di cuenta que
había dejado, como de costumbre, un bello desorden de papeles, libros y objetos
sobre el escritorio que en definitiva –como sucede a diario también- opté por
apilarlo todo para dar lugar a un espacio que podría titular “relájate en el
hacer nada y haremos mucho más”.
Corrí las
cortinas de la ventana que da al jardín donde encontré una perfecta sintonía
entre el exterior de la casa en contraste con la caótica situación de la mesa
de trabajo. Las causas aunque diferentes, terminaron siendo las mismas. Desde
ayer a la tarde, un viento fuerte y persistente sopla sobre esta región del
planeta cuyas coordenadas indican que estamos en primavera, en un recorte geográfico
del hemisferio sur (Claro que eso es siempre según desde el sitio donde se
observe nuestro hogar terrícola).
Este aire
en movimiento, del que les contaba, ha traído ramas de árboles del vecindario,
flores de vaya a saber qué jardín; también arremolinó una factura por los
servicios de luz próxima a vencer junto
a una pequeña revista de una comunidad religiosa que suele insistir con su
argumento de verdades divinas, siempre diciendo pero pocas veces escuchando
pareceres, lo cual –por lamentable que resulta- es algo familiar en tiempos de
tanta contradicción. La vida cotidiana está plagada de incoherencia, producto
-a mi modo de entender- de la falta de cohesión entre las partes que termina
atomizando el todo resultando, en mis teorías de bolsillo, similar a lo que ocurre
en cada ser cuando se carece de coherencia entre lo que se piensa, cuanto se
dice y aquello que se termina realizando, porque el ser se siente a sí mismo
fragmentado.
Si bien no
hay quien pueda tirar la primera piedra, puedo aseverar por cuestiones de edad
-más que por sabio intelecto- que algunas personas no podrían diferenciar estos
conceptos porque se han constituido en incoherencias vivientes.
-Si abro las carpetas de las memorias encuentro
muchos momentos de angustia, de limitaciones, de reincidentes condicionamientos propiciados de afuera hacia
mí así como de mi mente hacia afuera. Todos parecen estar resueltos aunque las
carpetas de datos que acumula mi mente día a día promueven nuevos problemas.
-Las soluciones a los conflictos las facilitan las
propias cuestiones. Su origen es el resultado de un problema anterior por lo
que si seguimos, nos remontamos a la práctica del conflicto como un deporte
cotidiano de la especie. La enfermedad
en uno o en muchos humanos es la conclusión de un modo de asistir a la vida. Lo
hacemos entre todos. Lo bueno como también aquello que no lo es tanto.
Una melodía
puede desafinarse así como la existencia desatinarse.
Todo es
cuestión de verificar aquello que pensamos desde que nos levantamos hasta que
nos acostamos, sin omitir los espacios dedicados a las críticas, los enfados,
la envidia, el rencor (permanente recordatorio de un pasado sin resolver) incluyendo
a la morbosa necesidad de que jamás dejen de existir los problemas.
Sanar
parece aburrido, muy poco entretenido para quienes deambulan en medio de las
guerras interiores. Hechos todos de carne y hueso, de una biología que nos
emparenta así como de una percepción que podría acrecentarse hasta vislumbrar a
toda la Naturaleza, estamos a tiempo de poner freno a la inválida ansiedad por
un futuro que jamás llegará si en el presente hacemos trizas todas nuestras
posibilidades de ser mejores cada vez.
-Quizá es la falta de fe en la inspiración.
-¡Eso es! ¡Es correcto! Hay días en tu vida en los
que no llegas a creer que pueda ser posible que algo inesperado suceda. Luego,
cuando comienzas a sentir que transitas por esa experiencia inusitada, intentas
analizar "¿Cómo fue?" Porque lo que no se espera de manera
consciente, está sin embargo, estrechamente unido a ti. Son los resultados de
tus ideas, de tus archivos de datos en tu mente, de tu modo de concebir la vida
-al menos hoy-, de tus -en ocasiones- incontrolables deseos.
Si en ti la
noción de catástrofe tiene una carpeta con carátula incluida guardada
devotamente en algún rincón de tus memorias, ten por seguro que cada tanto
abrirás el archivo concretando algo terrible que se presentará ante ti. Cuando
la mente -esa cercana a tu cuerpo que está siempre dispuesta a servirte- guarda
información de encuentros felices, sanación de personas, acuerdos, milagros
personales; todo cuanto pueda reservar para momentos mágicos (según su
capacidad de almacenamiento), ponle la firma a la certeza de que más de una vez
te asomarás al balcón de las múltiples posibilidades.
Sin
embargo, el día que te liberas de las condiciones que imponen tantos archivos
guardados, sucede lo más auténtico que podría ocurrirte: se activa tu corazón,
tal vez puedes considerar la idea de un programa perfecto si prefieres ir más
allá de ideas físicas. El está libre de
intenciones, por lo que es poco probable que dicte pautas a la mente de
acciones que no conduzcan a la proyección de todo el espectro de luz que es capaz
de irradiar. Al preguntarte entonces ¿Cómo fue?, lo mejor o lo peor que te
sucede en un momento cualquiera de tu vida, recuerda que aun cuando no puedas
explicártelo eso estaba en ti. Cuando el hecho no te plantee preguntas, sabrás
que es pura inspiración de tu corazón; porque lo que realmente es, no proviene
del mundo de las intenciones.
Fragmento del Capítulo 9 del libro "El Juicio del Alma"
(C) 2017 - Graciela González Grace
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