Grande y Pequeño
¡Hazte pequeño!
¡Amores!
Muchas veces nos resulta difícil lograr centrarnos en quiénes somos realmente y nos desvariamos por los roles que nos acontecen.
Nos quedamos anclados en la personalidad de un trabajo, de una actividad doméstica, de un proyecto, de una reparación de roturas en una casa, de un compromiso... Y así nos vamos perdiendo y alejando cada vez más de nuestro centro.
Perdemos nuestra coordenada sin recordar entonces dónde quedaba el lugar de responsabilidad con lo más importante que debemos hallar que no es otra cosa que el sentido de la propia existencia. Eso no es egoísmo, eso es sentido común. Somos un territorio inexplorado y debemos descubrirnos. La mayor conquista es sobre ese lugar y es por eso que resulta tan precisa la frase de "nadie es profeta en su tierra". Ignorantes y ansiosos, espectadores silentes de una explosión de acontecimientos que habitan en la periferia del ser; saturados de información que ya no encuentra carpeta de archivos en el cerebro que parece colapsar cada vez más; continuamente separados de todo por la pérdida de la brújula interior; errantes pasajeros de un viaje cuya dirección hemos olvidado.
Las cosas y los hechos que aparecen ante nosotros, son producto de los propios pensamientos que atraen todo ello hacia nuestro escenario cotidiano, pese a que nos resulta inaceptable que eso pudiese ser de tal modo. Sin embargo, elegimos experiencias afines a los complejos, fobias y conflictos que nos constituyen día a dia; porque queriendo emerger del sufrimiento recreamos por el contrario, una y otra vez los mismos desafíos que nos identifican con las excusas que presentamos como causa de todos nuestros males.
La vida cotidiana pareciera en ocasiones como una alfombra desenrollada, con un extremo que se ha ido tan lejos con la tela que ya no alcanzaríamos a notar dónde termina; del mismo modo si nos ubicásemos allí, observando desde el final (que es nuestra adicción: ir cada vez más allá de nosotros) no podríamos identificar la causa del alejamiento.
Quizá un modo de volver al centro es imaginarnos una habilidad extra; algo así como un talento mágico, una destreza mental complementaria capaz de actuar como la mente en la mente y así tomar el timón por un instante de ese viaje vertiginoso en medio de un mar de emociones y de olvidos; una herramienta quizá insospechada, un punto imaginario en las cercanías del corazón que al toque sutil con las yemas de los dedos pudiese transformarnos en algo muy pequeño; tanto como para poder observarlo todo con perfecta atención sin las limitaciones que por falta de sabiduría nos imponemos.
Tenemos esa capacidad tal y como nos ocurría cuando niños pero hemos llegado a creer que la inocencia se fue con el tiempo. Nada más incompatible que el pensamiento que genera temporalidad y la esencia de lo que jamás hemos dejado de ser; porque aunque toscos y rudimentarios, seguimos teniendo en aquéllo que realmente somos la primordial divinidad que nos permite resucitar todo cuanto parecía muerto en nosotros.
Al hacernos diminutos, como toma de consciencia, podemos comprender lo grande.
De allí que me ha parecido acertada la sugerencia de unas flores del jardín esta mañana: -"¡Hazte pequeño!"
Con Amor y Gratitud
Graciela Khristael
www.facebook.com/oasisdelalmakhristael
¡Amores!
Muchas veces nos resulta difícil lograr centrarnos en quiénes somos realmente y nos desvariamos por los roles que nos acontecen.
Nos quedamos anclados en la personalidad de un trabajo, de una actividad doméstica, de un proyecto, de una reparación de roturas en una casa, de un compromiso... Y así nos vamos perdiendo y alejando cada vez más de nuestro centro.
Perdemos nuestra coordenada sin recordar entonces dónde quedaba el lugar de responsabilidad con lo más importante que debemos hallar que no es otra cosa que el sentido de la propia existencia. Eso no es egoísmo, eso es sentido común. Somos un territorio inexplorado y debemos descubrirnos. La mayor conquista es sobre ese lugar y es por eso que resulta tan precisa la frase de "nadie es profeta en su tierra". Ignorantes y ansiosos, espectadores silentes de una explosión de acontecimientos que habitan en la periferia del ser; saturados de información que ya no encuentra carpeta de archivos en el cerebro que parece colapsar cada vez más; continuamente separados de todo por la pérdida de la brújula interior; errantes pasajeros de un viaje cuya dirección hemos olvidado.
Las cosas y los hechos que aparecen ante nosotros, son producto de los propios pensamientos que atraen todo ello hacia nuestro escenario cotidiano, pese a que nos resulta inaceptable que eso pudiese ser de tal modo. Sin embargo, elegimos experiencias afines a los complejos, fobias y conflictos que nos constituyen día a dia; porque queriendo emerger del sufrimiento recreamos por el contrario, una y otra vez los mismos desafíos que nos identifican con las excusas que presentamos como causa de todos nuestros males.
La vida cotidiana pareciera en ocasiones como una alfombra desenrollada, con un extremo que se ha ido tan lejos con la tela que ya no alcanzaríamos a notar dónde termina; del mismo modo si nos ubicásemos allí, observando desde el final (que es nuestra adicción: ir cada vez más allá de nosotros) no podríamos identificar la causa del alejamiento.
Quizá un modo de volver al centro es imaginarnos una habilidad extra; algo así como un talento mágico, una destreza mental complementaria capaz de actuar como la mente en la mente y así tomar el timón por un instante de ese viaje vertiginoso en medio de un mar de emociones y de olvidos; una herramienta quizá insospechada, un punto imaginario en las cercanías del corazón que al toque sutil con las yemas de los dedos pudiese transformarnos en algo muy pequeño; tanto como para poder observarlo todo con perfecta atención sin las limitaciones que por falta de sabiduría nos imponemos.
Tenemos esa capacidad tal y como nos ocurría cuando niños pero hemos llegado a creer que la inocencia se fue con el tiempo. Nada más incompatible que el pensamiento que genera temporalidad y la esencia de lo que jamás hemos dejado de ser; porque aunque toscos y rudimentarios, seguimos teniendo en aquéllo que realmente somos la primordial divinidad que nos permite resucitar todo cuanto parecía muerto en nosotros.
Al hacernos diminutos, como toma de consciencia, podemos comprender lo grande.
De allí que me ha parecido acertada la sugerencia de unas flores del jardín esta mañana: -"¡Hazte pequeño!"
Con Amor y Gratitud
Graciela Khristael
www.facebook.com/oasisdelalmakhristael
Comentarios
Publicar un comentario