Un Tesoro

¡Amores!

Me levanté esta mañana haciéndome una pregunta:
-¿Cuál es el deseo mayor, la máxima aspiración, el principal objetivo de la vida de una persona al punto de poder asimilarlo a un gran tesoro?
De inmediato me daba mis respuestas a la vez que recreaba con la imaginación las de otras personas, hasta darme cuenta de que no reparamos realmente en el valor de la vida como experiencia que nadie podrá realizar por nosotros.
La gran responsabilidad que tenemos es la de hacernos cargo sincera, real, comprometida y honestamente de nosotros mismos, porque en tanto huimos de nuestro aprendizaje somos presas sencillas y al alcance del gran depredador que habita entre nuestras partículas: el ego.
Hayamos reencarnado o no; tengamos otra vida o quizá ninguna más; hayamos elegido nacer o simplemente "arrojados a la nada"; tengamos consciencia o no de cuanto estamos experimentando; lo cierto es que tenemos en las manos un frágil evento a nuestro cuidado sujeto a nuestros pensamientos que no tienen el hábito de ser sinceros, sino que se van acostumbrando a la mentira como si de piadosas pudiesen tildarse eternamente.
Hemos acontecido, estamos en presencia de nosotros, pero somos pésimos administradores del tiempo que tenemos entre el nacer y el morir. Repartimos instantes sin prestarles atención como si fuésemos poseedores de una fortuna inacabable de ellos; lo cual puede traducirse en que simplemente no le damos valor alguno quizá porque nos hemos creído que se reproducen como los pensamientos: de modo espontáneo y permanente.
El macro tiempo de nuestra superveniencia terrestre puede trasladarse por equivalencia al micro tiempo de un instante y así, sin más, podríamos darnos cuenta de que si no somos capaces de percibir la totalidad de la vida en cada uno de ellos, en realidad estamos muertos ya o bien desperdiciando el tesoro del frágil evento que acontece en nuestras manos.
Con Amor,
Graciela Khristael


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