Reconectando.


¡Amores!

Si no hay preguntas, no hay respuestas.
Cualquier comentario, invitación a una reflexión o propuesta de revisión acerca de las propias experiencias en esta vida, no son más que una incomodidad para quien ha decidido no dudar ni someter a planteo alguno su devenir cotidiano.
Es sólo cuando el ser individual percibe en sí algún tipo de sensación  interna , difícil de localizar específicamente en alguna parte del cuerpo seguramente en respuesta a un suceso que le acontece, cuando decide revisar el para qué de su presencia en el planeta, en la sociedad en la que se encuentra, en su contexto familiar o laboral y por sobre todo en ese territorio propio además de exclusivo de sí, que es su propia vida.
Quizá encuentre respuestas en lo aprendido por años, en la asistencia profesional, en el marco de sus creencias o en las tradiciones que le abarcan de tal modo que su ser volverá a encontrar el equilibrio esperado.
Sin embargo, hay un camino un tanto más sinuoso, escarpado, muchas veces contradictorio, abismal así como desconocido en un principio, que es aquél que suele llamarse de “iniciación personal” sin que se emparente con escuelas, dogmas, rituales religiosos, ni nada de lo que suele identificarse con esa expresión.  Se trata más bien del trayecto que recorre quien un día descubre en sí, por intuición, por percepción incluso por observación atenta del detalle; un pequeño niño en lo profundo del corazón e incluso en las memorias que afloran de a poco a la superficie de los hechos y que quiere retomar el rumbo del asombro. Esto es, claro está, devolverle al propio ser la capacidad de recuperar la confianza con la que vino al nacer, habiéndola perdido tal vez en pocos meses o es probable que a lo largo de la vida hasta ese instante en que decide volver al camino de su “Maestro interior”. Con décadas de maltrato a estas últimas palabras, la mayoría suele archivarlas en lo que conocemos como “cliché”, pero tal vez para muchos resuena como una certeza cuando se comienza a verificar que el hecho de estar atentos a las inspiraciones, a las casualidades, a la señales incluso de frases escritas en publicidades, tanto como a los “dejavú”; ofrece respuestas a preguntas que van surgiendo sin detenerse.
Puede que la razón así como la lógica opongan argumentos a estos pareceres, más no es tiempo de otra opción que conciliar a partir del sentido común. La Ciencia en todas sus áreas ha demostrado del mismo modo que sigue haciéndolo, el valor del desarrollo a la vez que la  aplicación del conocimiento.  Estudiar, aprehender saberes, investigar, observar hasta volver a comprobar resultados es parte de una indiscutible validación de las habilidades humanas y en nada podría cuestionarse este aspecto. Lo que no puede desentenderse es que a estas alturas cabría afirmarse que muchos hallazgos que fueron aparecieron como nuevos eran conocidos en lo que nosotros llamamos antigüedad.
Un ejemplo sencillo es la relación que admitía la cultura hawaiana respecto de que la enfermedad de un integrante de su comunidad era responsabilidad de todos y en todos, por lo tanto, debía sanarse. En oriente a esto se lo resume en la leyenda del “hilo rojo” que a todo unía resultando de tal labor que podía estirarse, plegarse, retorcerse pero jamás cortarse. Así, en los últimos descubrimientos por observación del cosmos, se encontró una suerte de red similar al que generan las neuronas y sus axones en nuestro sistema nervioso; deduciéndose de ello entonces que existe una suerte de inteligencia mayor. Todo está unido por una interacción o interdependencia, como le atribuyen las culturas milenarias de todo el planeta.
Nuestro cuerpo, como manifestación que se percibe como una densidad física, transita una experiencia finita y aún no se ha descubierto en que parte de él se asienta la consciencia. Pese a todas las áreas que investigan aludiendo a sectores del cerebro que controlan cada acto; seguimos viendo en la muerte física, el final de un proceso que clínicamente no justifica ningún tipo de existencia posterior. Pero no se habla de la continuidad de la consciencia.
Parte de este concepto aparece en la Ley del Desdoblamiento del Tiempo, investigada y desarrollada por el físico Jean P. Garnier-Malet; he aquí una breve cita: -“Todas vuestras células obedecen a la voluntad de ese otro yo (Doble), que espera vuestro consentimiento para venir a visitaros. Su benevolencia es obligada porque él es “Tú” y siempre lo será, puesto que os asegura la vida después de la muerte, en otro tiempo. Pero como es imperceptible, lo habéis olvidado.”  (Cambia tu futuro por las aperturas temporales. Cap. II.5)
La muerte ya no sería de este modo algo similar a una lámpara que se apaga sino a la mudanza de la Luz.
Con Amor,
Graciela Khristael

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