A mi encuentro.



A mi encuentro.

Aún cuando seguimos sin comprender la vida con todo su proceso de manera real, interna y convincente; nos levantamos impulsados cada día hacia alguna parte, resultando que los propios intereses se desdibujan en medio de los aparentes deseos compartidos.
Despertamos con cambios en los estados de ánimo, en medio de las variadas improntas a cada suceso cotidiano, refugiados en las excusas que vamos ideando, eludiendo compromisos o asumiendo demasiados, tapando las frustraciones con viajes que no alejan más que al cuerpo de la centralidad de los conflictos y disimulando los miedos con paliativos pasajeros; adhiriendo a los asuntos que nos ayudan a estar distraídos así como evadidos de nuestra consciencia; implicados en la ignorancia de actuar sin preguntarnos formalmente de dónde han venido nuestros pensamientos.
Vivimos apresados en el laberinto de la angustia porque desde el intrincado recoveco de vez en vez vislumbramos una salida en cuya puerta leemos desde lejos "recompensa", "paliativo", "contención" e incluso "promesa".
Es que día a día, generación en generación, nos hemos ido acostumbrando a las promesas de soluciones a cuanto problema tengamos como especie, sin que pueda quedar a estas alturas -que hemos alcanzado como humanidad en un cielo virtual- la menor duda acerca de la importancia de ser algo o alguien como objeto, más que como sujeto; propósito y meta creados con nuestra participación en el proyecto inicial, porque todos nuestros planes tienen una urgencia implícita basada en el tiempo que se acaba.
Y surge el miedo.
Un profundo y arraigado temor que tiene una lógica absoluta porque está presente como respuesta de alerta a todos nuestros pensamientos; como una alarma incluida en el circuito cerrado de nuestra mente; como una cámara de vigilante atención respecto de los riesgos que implicaría serenarse para volverse a observar, ya que eso deriva en el silencio -enemigo de la mente ruidosa- y en el vacío de palabras que es la antítesis del humano evolucionado.
En medio del desorden interno que acontece al ser cada día como individuo, incluso -por aprendizaje- con relación a los grupos sociales, siempre es la dinámica del apuro por el tiempo que se esfuma quien encuentra -por empatía- mayor adhesión a cualquier estímulo vinculado con las soluciones prácticas pero no con la invitación a trabajar seria, profunda y responsablemente sobre el sí mismo.
Con el apremio del tiempo que pensamos sembramos semillas de abreviación de vida hasta aceptar, sin que nos demos cuenta de ello, que todo cuanto nos devuelve a la coordenada del tiempo y espacio en el que habita aquello que somos es dejado de lado. Basta con revisar los actos nuestros de cada día para caer en la cuenta del despilfarro que hacemos de esta gran oportunidad que tenemos; el malgasto de una energía no renovable que es esta experiencia de vida que hacemos.
La poesía es pérdida de tiempo, considerar al otro con sus inquietudes es pérdida de tiempo, investigar la paz interior es pérdida de tiempo, indagar en el sentido del tiempo es pérdida de tiempo, reconocer el poder del silencio es pérdida de tiempo, compartir reflexiones es pérdida de tiempo, asumirse interesado en conocerse a sí mismo es pérdida de tiempo, mejorar los propios pensamientos para componer una sociedad más sana es pérdida de tiempo, leer textos como este es pérdida de tiempo, dejar de estar atentos a las distracciones es pérdida de tiempo y en definitiva, volverse a observar es una grandísima pérdida de tiempo.
Así es como llegamos a un hábito adquirido momento a momento a consecuencia de la comodidad y de la pretensión de encontrar culpables a los propios fracasos; una costumbre que conocemos como "dejar hacer" muy bien aprovechada por todos los encargados de distraer o vender soluciones cotidianas, hasta quedar totalmente perdidos y desconectados de nuestra fuente de energía primera, transformados al extremo de no darnos cuenta de que por tanto dar saltos para no perder tiempo, somos devorados por el apuro y caemos en la trampa de la muerte espiritual, psicológica y física, prematuramente.
Graciela González Grace
© 2016 "La Promesa"

Nuevamente compartido, 2 de enero de 2019.
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