Somos Ángeles.


UN * N U E V O * A Ñ O


     Hoy pensaba mientras caminaba y luego de haber cortado un jazmín de la planta y de haber perseguido una cucaracha (abundan con el calor), que pocas veces nos hace realmente insight o nos iluminamos por dentro, si lo prefieren; en cuanto al rol que tiene nuestra presencia en esta experiencia planetaria. Porque aún si no somos el cuerpo ni lo que observamos sino aquello o aquel que no puede definirse; en el entre tanto participamos corporal y emocionalmente, psicológica y comprensivamente de todo cuanto nos rodea.
Creo que en general lo entendemos con la razón pero sin ese proceso interno que la mente no alcanza a discernir.
Por un momento pensé a la humanidad como a un conjunto de seres especiales, dotados de razón, lenguaje, habilidades e inteligencias múltiples, capacidades de conectividad con otras especies, cualidades de mediadores, excelsos pedagogos; inteligentes, visionarios, estrategas, aptos para rescatar indefensos de cualquiera de los reinos de la naturaleza, altamente creadores, hacedores de cultura cada día, magos y artesanos, sanadores y profetas. 
No tardé en detener el paso a pocos metros de cruzar la ruta cuando sentí, percibí y recibí en todo mi ser la claridad: los humanos ya somos todo eso.
Imaginé rápidamente un individuo rodeado de todo cuanto conocemos: niños, pares, plantas, otros animales, rocas, ríos, mares... ¡todo! Y la situación sólo admitía conexión con la escena; para nada espanto, sometimiento, destrucción o miedo ante su presencia.
Así me di cuenta y no sólo con la razón, que tenemos un poder y una autoridad que nos compete como especie para cuidar de las plantas, llevarlas a terrenos fértiles, proveerles de agua si no tienen, permitirles lucir sus flores en sus tallos, dejarlas germinar y prosperar. Así se repite en todos los ambientes, con todas las cosas y con todos los seres. Sin embargo, todo esto es largamente leído y compartido aunque pocas veces asimilado por la claridad interior.
Grata y enorme es nuestra tarea como nexos.
Podemos hablar, explicar, acercar, contener, abrazar, así como desplegar todas las maravillas que como humanos nos concierne para comportarnos como ángeles (en su concepción más simbólica) y no como demonios (también arquetipos que hemos creado). Pero nos resulta difícil aceptarlo porque eso requiere de un desplazamiento de ciertas conductas para dar paso a unas más saludables y tememos dejar lo conocido aunque nos agobie y frustre, aun cuando resulte dañino, porque pensamos que ser humanos no nos dará placer alguno.
Así, en vez de atraer a quienes requieren de la presencia humana para sacralizar la vida, nos convertimos en espantapájaros con el sólo fin de ahuyentar a quienes creemos que vienen a depredarnos cuando en verdad quieren cantar con nosotros.
Un nuevo año es una nueva promesa, un renovado compromiso con lo que no hayamos finalizado el año anterior; por eso los invito a salir a caminar un rato para ver si a lo mejor les ocurre como a mí y recuerdan que se los espera actuando como ángeles y no como ahuyentadores de oportunidades del entorno.
Graciela González.


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