El Juicio del Alma

La Pregunta

-¿Puedo hacer el cambio que deseo?





     Entre una pregunta y una respuesta existe un intervalo, un espacio que describe un proceso intermedio de acciones, de espera, así como de observación atenta de cada detalle que contribuye al objetivo entre la cuestión que se plantea con respecto a la definición, incluyendo un factor ineludible llamado tiempo. Entre ambos puntos extremos surge una expectativa que podemos reconocer como raíz de la ansiedad, la que será controlable en mayor o menor medida, según sea el grado de importancia de la cuestión para cada individuo así como del alcance que pudiese tener en su vida futura. 

  Considerando que toda pregunta posee su respectiva respuesta es sencillo comprender que a la inversa ocurre lo mismo, ya que toda respuesta tiene su pregunta correcta, por lo que la mayor atención deberá estar puesta en el trayecto entre ambos extremos para que sepamos obtener su enseñanza primordial, que no es otra que recordar que somos los protagonistas principales en cada hecho como causa y efecto de todo cuanto surge de nuestra mente.
  El tiempo entre pregunta y respuesta desaparece cuando el acto es instantáneo, producto de una intuición incluso podríamos llamarle inspiración al obtener de inmediato lo que buscábamos. En verdad, siempre conocemos las respuestas a nuestras cuestiones porque surgen de los datos que ya tenemos en la mente, pero no es habitual que sepamos cuál es la pregunta a una respuesta que nos llega anticipadamente, sin que nos la hayamos preguntado antes.
  Cuando la formulación de una duda implique una acción de movimiento en cualquier dirección, estaremos ante la gran oportunidad de observar el proceso de mutación que exige una verdadera transformación antes de que se produzca el evento esperado, ya que si estamos necesitando un cambio es porque reconocemos una atadura que nos retiene en un mismo lugar; aquí cabe incluir desde luego, una misma emoción, un recurrente dolor, una relación indefinida, el final de una creencia, la mudanza de una casa, entre tantas situaciones de cambios deseados. Por lo general, la tendencia humana es la de repetir conductas que sólo conducen a la frustración psicológica hecho que hasta podemos pensarlo de este modo: Quizá lo más difícil de discernir es que si hemos probado idénticas recetas para los mismos platos obteniendo siempre sinsabores; es tiempo de apelar al ingenio creativo humano para intentar otra química con los ingredientes. Algunos cocineros, ante la frustración, desisten de seguir investigando nuevas recetas e imponen el plato a los comensales aún cuando les resulten indigestos. Por fin, entre la paciente búsqueda por el bosque de las mil hierbas aromáticas y la atenta inspiración de los que siguen en el intento de mutar antiguos sabores tóxicos por genuinas nuevas ideas, surge un plato a estrenar en la mesa de las posibilidades.

  Dada la trascendencia que tiene nuestra propia vida para cada uno de nosotros, única e irrepetible, debemos ser responsables investigadores de aquello que intentamos corregir sin delegar la tarea a la pereza o al miedo. Un primer movimiento de la mente es suficiente para comenzar a participar del cambio que quizá no se perciba al comienzo de la observación, pero que subyace inexorablemente al propio deseo de mutar.




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