¡Qué pena!

La ausencia de sentido común.

Qué difícil resulta explicar lo que hallamos con el corazón a quienes sólo conocen un lenguaje arcaico, en desuso, pero aún así apropiadamente preciso para ellos para mantenerse en la testaruda inclinación de negar lo que tienen ante sí; el idioma de la incoherencia.
Hay quienes golpean las puertas de maestros y gurúes sin ver que tienen la respuesta en sí mismos pero lo que no encontraron aún es la pregunta correcta.
Muchos desprecian las palabras sencillas, las melodías simples, las reflexiones conjuntas y los esfuerzos por reintegrarlos a su propio universo interior; quizá porque algo de ellos se quedó atado a un pasado que está vivo en el presente sólo porque no han aprendido que vivir es un ahora permanente.
¡Qué pena!
El Alma siente tristeza en forma de un aroma sutil que sobreviene en medio de tácitas limitaciones que evidencian los portadores de vidas sin color, sin sabor y sin música. ¿Por qué alguien elegiría un modo tal para vivir?
¡Qué pena!
El Alma siente que es cierta la validez de la templanza así como de la paciencia para poder revisar con serena prudencia los pensamientos -hijos de todos los datos con forma de archivos de memorias en la mente- hasta percibir que la diferencia entre dormidos y despiertos, radica en acabar con la constante idea condicionada de crear un muro allí donde comienza el cielo.
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(C) 2015 "Transbordo"
Graciela González / Khristael




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